2018
Cuando se tiene un bebé, siempre gusta quedarse mirando a la nueva personita que acaba de nacer y averiguar a quién se parece. De quién ha sacado las orejas, la nariz, la forma de los ojos… Pero, ¿qué pasa cuando se debe recurrir a la donación de óvulos (ovodonación)?
Por supuesto, deseamos a ese bebé que puede llegar. Pero esto no significa que no exista un sentimiento de renuncia ya que el bebé no llevará una parte de carga genética.
La sensación de vacío, la frustración, la tristeza de pensar que no transmitiremos nuestros genes a ese hijo, es lo que se conoce como duelo genético y es un proceso psicológico totalmente normal cuando hay que afrontar una donación de óvulos o semen.
Si planteamos los diferentes tratamientos de reproducción asistida como una escalera, la donación de óvulos (ovodonación) estaría en los escalones más alejados del suelo, en uno de esos desde cuya altura, da un poco de vértigo mirar hacia abajo. Es una decisión difícil y todo el camino que hacemos hasta llegar a ese punto, es duro.
¿Significa eso que si se tienen dudas, no podremos aceptar esa opción?
«Desde el servicio de psicología, recomendamos que se hable sobre el tema y se pregunte a los profesionales todas las dudas que se tengan. A veces el desconocimiento aumenta nuestros miedos»
De igual manera, será bueno centrarse en el objetivo: ser padres. Y tomarnos este tratamiento como la ayuda que necesitamos para conseguir ese objetivo.
Pero… el bebé no se parecerá a mí.
Este es un miedo muy común entre las personas que deben recurrir a la ovodonación y, si bien es cierto que ese bebé no llevará la carga genética de su madre, sí que se desarrollará en el interior de ella, pudiendo modificar el medio interno de la madre los genes del futuro bebé en los primeros momentos de su desarrollo, activando unos y desactivando otros, lo que repercute en la expresión final de los mismos. Es decir, ese mismo embrión se desarrollaría de manera diferente y daría lugar a una persona distinta en función de quién lo geste. Las madres y los padres no genéticos dejan en los hijos/as su huella epigenética durante los meses de embarazo y durante todos los años de crianza los padres y madres van «modelando» los genes de sus hijos de manera inconsciente.
La epigenética es la ciencia que estudia los factores no genéticos que influyen en la expresión genética.
Hay una frase que me encanta del escritor y filósofo británico Aldous Huxley que dice:
«Quien eres depende de tres factores: lo que heredaste, lo que tu entorno hizo de ti, y lo que tú has hecho de tu entorno y de tu herencia con tu libre elección».
Hay que recordar que ni mucho menos es solo la herencia genética lo que determina cómo somos, sino que el ambiente juega un papel muy importante, incluso mayor que los genes, en distintos aspectos del desarrollo. Así pues, una vez nazca el bebé, el entorno en el que se críe, la educación que reciba por parte de sus padres, las experiencias vividas… serán los factores que determinen cómo se irá desarrollando su personalidad.
¿Y qué pasa con el parecido físico?
Es normal desear que nuestros hijos se parezcan a nosotros, pero aun cuando nuestro bebé llevase nuestros genes, esto no significaría que dicho parecido existiese.
No es raro encontrar en una misma familia dos hermanos que, compartiendo el 50% de sus genes, no se parecen físicamente entre ellos, ni tampoco a ninguno de sus progenitores. Esto nos demuestra que la genética es a veces caprichosa.
Por último, hay que destacar la importancia de contar con las herramientas necesarias para afrontar este duelo, por lo que la información y ayuda de todo el equipo jugarán un papel fundamental a la hora de enfrentarlo.
Sara Gómez Regalado
Unidad de Psicología Instituto AVANTIA de fertilidad.
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